Separación matrimonial: Cuando la familia se rompe


Cada año se divorcia un millón de parejas en Estados Unidos. En Chile los números son menos dramáticos, pero la tendencia es la misma porque durante los últimos 15 años las nulidades matrimoniales se han duplicado y anualmente las separaciones alcanzan cifras superiores a las 20 mil.


Si bien la experiencia de vivir una ruptura matrimonial es dolorosa para la pareja, lo es más aún para los hijos. Significa para ellos que las dos personas que más quieren y que hasta el momento habían sido su único referente de protección y amor, están tomando caminos distintos. Se sienten desprotegidos, culpables y muchas veces tratan de resolverlo buscando ellos mismos alguna solución al conflicto familiar.

Frecuentemente, tanto los niños que pierden contacto con uno de sus padres después de la separación como aquellos que siguen viéndolos, se ven perjudicados. A los primeros se les priva de sus consejos, amor y apoyo, y los segundos, sufren constantemente porque en algunos casos siguen acongojados por los problemas de sus padres.

Para aminorar este dolor, es preciso que el niño esté convencido que la separación de sus padres no es su responsabilidad y por eso, es vital, que una vez que sus padres han tomado la determinación de separarse, lo conversen abiertamente con sus hijos, cuidando que sean los primeros en enterarse de la situación. Esto, según explica la doctora Carola Ibañez, psiquiatra de la Universidad de Chile, “es muy importante porque si el menor se entera por terceras personas o escucha sin querer a sus padres hablando del tema, piensa que le están ocultando algo, lo que dificulta su posterior adaptación al proceso de separación”.

¿Cómo explicarle a los hijos?

Es fundamental que los padres estén conscientes que a pesar de buscar la mejor manera de comunicarle a los hijos la noticia de su ruptura matrimonial, ésta va a causarle un gran dolor. Como señala la doctora Ibañez, “es igual que cuando a los niños se les da la noticia que un ser querido ha muerto, porque a pesar de encontrar la forma más adecuada para contárselos, la pena producto de la pérdida va a ser terrible de todas maneras”.

Sin embargo, el daño puede ser aún peor si los padres no se esfuerzan en procurar que el modo de comunicárselo a los hijos y el proceso posterior, sea el más adecuado. En este sentido, la Academia Americana de Abogados Matrimoniales (AAML), señala en uno de sus artículos que es muy importante que los padres tengan presente que sus acciones durante el divorcio, o la separación matrimonial en el caso de Chile, pueden tener consecuencias a largo plazo en la salud emocional de sus hijos, por lo tanto, deben cuidar, entre otras cosas, “que ambos estén presentes cuando le comuniquen al niño su separación. En caso de haber más hermanos, si sus edades son cercanas se les debe dar la noticia al mismo tiempo y si la diferencia entre ellos es considerable, es mejor conversar separadamente con cada uno, adaptando la explicación según su nivel de comprensión”.

La doctora Ibañez señala que esto es especialmente importante porque según la edad, los niños tienen distinto tipo de pensamiento. “La capacidad de abstracción se desarrolla plenamente en la adolescencia y antes de esa etapa los niños funcionan en base a un pensamiento mágico, por lo tanto, una explicación superficial puede inducir fácilmente al niño a imaginar cosas como, por ejemplo, que los padres se separan por su culpa, porque se portaron mal o porque no se comieron la comida”.

La psiquiatra indica que no se debe informar a los niños de los detalles que dieron origen a la separación, como la infidelidad, por ejemplo, y menos culparse los padres el uno al otro en frente de ellos. “Es muy importante que los conflictos no se expresen mediante los niños, es decir, que los papás no peleen a través de ellos y que eviten decir cosas como: dile a tu papá que no venga a verte o dile a tu mamá que no le voy a dar plata”.

Concretamente, la doctora Ibañez señala que “los padres deben decirle al niño que el papá y la mamá lo aman pero que ellos ya no se quieren como pareja, que están teniendo muchos problemas porque no se entienden y que por eso han decidido vivir separados, aunque la decisión sea unilateral, porque de esta manera se evita culpar al que lo decidió y victimizar al otro. Al mismo tiempo, se debe asegurar al niño que la separación no va a alterar en nada el amor que sus padres sienten hacia él y que va a ver frecuentemente a quien ya no va a vivir en la casa”.

Las consecuencias de la separación

Tan importante como recalcar a los niños que la separación de sus padres no es de su responsabilidad, es ser sinceros y no crearles falsas expectativas. Muchas veces los niños fantasean con la posibilidad de que sus padres vuelvan a estar juntos y para no acrecentar su dolor, algunos padres los conforman con un “ya veremos como se dan las cosas”, ilusionándolos indirectamente respecto de la posibilidad de volver a vivir juntos.

Como señala un artículo de AAML, la honestidad es un elemento crítico al informarle a los hijos sobre la separación. Los padres deben decirle a los niños que a partir de ese momento sus vidas van a cambiar, pero que ellos van a ayudarlos en todo lo que sea necesario para que logren adaptarse a esta nueva forma de vida y que pueden hablar abiertamente sobre los sentimientos que esta situación les genera.

Ante todo, la doctora Ibañez señala que es importante acoger las manifestaciones del niño, la rabia, la pena y el dolor, “haciéndole saber que como padres entienden sus sentimientos, diciéndoles, por ejemplo: comprendemos que esto te duele mucho y puedes confiarnos todo que sientes porque de esa manera vamos a poder ayudarte más”. La profesional indica que para los papás que se separan a veces es difícil contener a los niños porque ellos mismos están pasando por una situación de mucho dolor, “pero es importante que a pesar de ello tengan un espacio para acoger a su hijo y estén atentos a lo que pasa con él”.

Para que la separación matrimonial no sea una situación traumática para los hijos, además de hablarles con sinceridad, adecuada y oportunamente del tema, los padres deben entregarle a los niños certezas respecto de cómo va a ser la vida después de la separación. Deben saber -inmediatamente después de que se le comunica el hecho- con quien van a vivir y cuando y cómo va a ver a su papá o mamá, dependiendo de quién es el que deja la casa. Junto con ello, es preciso que los padres velen porque su rutina no se vea demasiado alterada, para tratar que la separación no afecte su ritmo de vida, ni interfiera en sus responsabilidades escolares, entre otras.

El dolor que viven padres e hijos producto de una ruptura matrimonial, es suficiente razón para que el padre y la madre reflexionen hasta agotar toda posibilidad de reconciliación, porque la vida de un niño nunca es igual después de que sus padres se separan. Se rompe su idea de familia y le cuesta tiempo volver a reconstruir una nueva, con nuevos roles y ausencias que asumir. Sin embargo, muchos padres consideran que es mejor este camino que seguir juntos como pareja, entregando a diario a sus hijos un mal mensaje de lo que es el amor entre un hombre y una mujer y al mismo tiempo, un ejemplo poco feliz de familia.
Por eso, aunque las diferencias entre los padres sean irreconciliables, deben esforzarse por compartir las responsabilidades que tienen con sus hijos, a pesar de lo difícil que resulte seguir manteniendo una relación entre ellos. Ayudar a los hijos a lograr que la ruptura matrimonial no sea traumática en sus vidas y a ser felices a pesar del dolor de la separación, es tarea de los padres, y esforzarse por lograrlo, constituye la mejor manera de demostrar su generosidad y amor hacia ellos.

Las visitas tras la separación

Tal como ocurre después de un terremoto, tras la separación es necesario encontrar la forma de volver a tener una vida tranquila y estable.

En la mayoría de los casos, los hijos se quedan con la madre y, así, el papá se transforma en “visita”. Esta nueva situación necesita ineludiblemente de dos cosas: que ambos padres sigan compartiendo responsabilidades y el cuidado de los hijos, y que el matrimonio llegue a acuerdos en varios aspectos.

La psicóloga Patricia Fernández, especialista en ayuda a familias separadas, señala que todas las separaciones tienen sus particularidades, por eso, cada familia debe encontrar sus propios arreglos. Lograrlo no es simple, ya que es frecuente que ambos miembros de la pareja tengan ciertos resentimientos que dificultan el diálogo.

La psicóloga señala que desgraciadamente en Chile existe una alta tendencia a utilizar a los hijos como medio de presión sobre la ex pareja, especialmente cuando la ruptura no ha sido de mutuo acuerdo.

Lo peor para un niño es sentirse "tironeado" entre sus dos padres. Por eso, es mejor intentar hacer el camino más fácil en esta nueva etapa.

Facilitar la situación

Es normal que las primeras salidas con el padre -o madre- sean un poco tensas. Si bien el niño está ansioso por salir, le provoca angustia dejar solo a su otro progenitor. Lo mismo ocurre al momento de la despedida, por lo que es necesario explicarle al menor que ambos padres tienen ganas de compartir tiempo con él, y que ninguno de los dos se sentirá mal mientras que él está con el otro.

Lo mejor es no presionar y hacer de este encuentro un momento grato para el niño:

“Los padres deben comportarse a la altura de su hijo: por ejemplo, no llevarlos a ver televisión, no aparecer con la nueva pareja, ni mucho menos faltar a una de las visitas”, dice Patricia Fernández.

En este punto coincide también la psicóloga Tania Donoso, especialista en temas de la familia de la Universidad de Chile.

“Cada vez que el papá -o la mamá- dice que viene y no lo hace, o bien llega mucho más tarde de la hora que estipuló, los niños vuelven a vivir el abandono que sintieron, cuando supieron que los padres se separaban. Ello les causa mucha angustia y miedo a quedarse solos”, dice.

Una situación similar se produce cuando la madre -o el padre- se opone a que el niño vea a su progenitor, ya que lo priva de un cariño necesario.

Para una mejor relación con los hijos

Los niños necesitan un cierto orden, especialmente ahora que los esquemas de su vida han cambiado. Para ello es imprescindible establecer ciertas normas y rutinas.

· Lo mejor es que las visitas sean programadas y fijas. Así el niño sabrá, por ejemplo, que todos domingo puede esperar a su padre listo y lleno de emoción, o que todos los días lo irá a buscar a la salida del colegio para llevarlo a casa. La idea es establecer una rutina que no debería romperse, a menos que las causas fuesen realmente justificadas. También puede darse espacio al encuentro espontáneo si ambos desean compartir una ocasión especial.

· Es mejor que el contacto sea frecuente, siempre que no afecte la rutina de ambos padres. Algunos especialistas aconsejan encuentros cotidianos con los hijos, al menos conversaciones por teléfono, para que así la visita de fin de semana no sea algo "extraordinario".

· El tiempo de encuentro con el padre -o la madre- debe tratar de aprovecharse al máximo. Da lo mismo si es en un lugar público o en la casa. Lo bueno es que hagan algo que disfruten todos. No se trata de que el papá se convierta en un “viejito pascuero” de fines de semana, tratando de compensar a los niños con regalos y golosinas. Debe continuar educando y orientando a sus hijos. Puede ayudarlo en las tareas escolares y asistir a las reuniones de apoderados, por ejemplo.

Lo que padre y madre deben tener en cuenta:

· Las salidas con el padre y la madre deben hacerse en forma separada y a lugares diferentes. No se recomienda que sigan saliendo los dos juntos con los niños como si aún fueran matrimonio, ya que esto puede generar confusión en los hijos.

· Lo anterior no significa que no se dirijan la palabra para “evitar problemas”. Basta un breve intercambio de información cada vez que deban encontrarse. En ciertas ocasiones, como el cumpleaños del niño o un acto en el colegio, los padres deben recordar que no se encuentran ahí en calidad de ex pareja, sino como progenitores.

· Cuando la separación es reciente, se recomienda no presentarle al niño a la nueva pareja del padre o la madre que ya no vive con él, ya que seguramente será rechazada. Conviene hacerlo cuando haya pasado un tiempo prudente, y dejar claro que esa persona no tomará el lugar del padre o de la madre.

La clave para salir airosos de este periodo de transición es la buena disposición para dar pasos a un ritmo en que todos se sientan cómodos. Quizás el padre espere llevarse a su hijo de vacaciones o que él duerma un fin de semana en su casa. En cambio, la madre considere que es demasiado pronto y que el pequeño no está preparado para eso. Lo importante es tomar en cuenta la opinión del niño y no perder de vista que cualquier decisión se debe tomar en función de su bienestar.

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