El matrimonio en Chile


[Revista Hacer Familia, Nro.70 Por M. Josefina Lecaros y María Elena Gana.

Capítulo 2. “En Chile se cree en el matrimonio y se es feliz en la vida familiar”. Lamentablemente, es frecuente escuchar o leer cifras sobre el matrimonio, la familia, las separaciones que no concuerdan con esta realidad. A veces sin mala intención y otras con el objeto de manipular a la opinión pública, se informa torcidamente sobre este tema.

El presente trabajo se ha realizado en base a las encuestas sobre familia efectuadas por la Dirección de Estudios Sociológicos de la Universidad Católica (DESEDUC) y los análisis del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de Los Andes.


En Chile se cree en el matrimonio
- La unión para siempre de un hombre con una mujer en matrimonio es la opción mayoritaria de la población chilena: el 82% de los chilenos se casa.
-Como se trató extensamente en el capítulo anterior, la convivencia obedece en gran medida a las dificultades externas que encuentra una pareja para consolidar su unión en un matrimonio.

Y se es feliz en el matrimonio
En Chile no sólo el 82% de las parejas está “casada”, sino que el 86% de estos matrimonios se declara mayoritariamente “feliz” en su vida familiar.


Pero hay matrimonio que se quiebran
Dentro de los matrimonios, hay un porcentaje que se separa y para los cuales se requiere un marco legal adecuado que regule su situación y la de sus hijos.

En el último Censo realizado en Chile, el 4,3% de la población chilena está separada o anulada; y dentro del total de matrimonios chilenos, este grupo representa el 6,17%. Es decir, constituyen un grupo minoritario de la población chilena.


Un principio básico de las políticas públicas es legislar en aras del bien común y no de un grupo en particular.
Las políticas públicas y las leyes deben considerar los efectos sobre toda la sociedad y no sólo su impacto en un grupo particular.
En este sentido, el economista Luis Larraín ejemplifica con los efectos de una ley cuyo objetivo sea combatir la drogadicción: “no debemos limitarnos a evaluar su incidencia sobre quienes son drogadictos, sino fundamentalmente atender a su influencia en aquellos que podrían llegar a serlo. Aunque parezca paradójico, una correcta política pública sobre drogadicción tiene que poner la máxima atención en sus efectos sobre quienes no consumen drogras”. Luis Larraín Arroyo, en su análisis ¿Una ley de divorcio para Chile?
Por esto es que al legislar hay que considerar la situación de quienes se separan, pero no se puede perder de vista que el objeto prioritario es la mayoría de los matrimonios chilenos –82%-, que mantienen una relación armónica –el 86% de estos matrimonios- y los miles que han de venir.
La pregunta entonces es: ¿una ley de divorcio aumenta la frecuencia de las separaciones matrimoniales? Las estadísticas sobre divorcios en diferentes países hablan por sí solas. Y señalan una realidad que Chile aún tiene la posibilidad de evitar.


El divorcio en cifras
Muchos discuten el análisis comparativo de cifras de divorcio en distintos países del mundo, argumentando que los cambios culturales que ha habido a lo largo de los años podrían haber incidido en el aumento de las rupturas, independientemente de la legislación vigente. Hay que considerar, sin embargo, que precisamente las leyes provocan profundos cambios culturales. Cuando la ley valida algunas conductas –separarse y volver a casarse en este caso- induce a algunas personas a percibir tal modo de actuar como socialmente correcto.
Igualmente, algunos señalan que no pueden compararse situaciones de países distintos, por las diferencias culturales que existen entre sociedades diversas. Pero más que comparaciones, los análisis basados en estudios comparativos señalan tendencias. Mismas que hay que estudiar y evaluar en miras a una ley de divorcio.Un camino sin retorno

La experiencia de otras naciones constituye un elemento muy valioso para los legisladores a la hora de sopesar los costos y beneficios de una ley de divorcio, antes de decidirse a emprender un camino prácticamente sin retorno.


Las cifras:
En los países donde el divorcio pasó a considerarse una solución para los matrimonios en problemas, la cantidad de rupturas en relación al conjunto de matrimonios se elevó quinquenio tras quinquenio desde niveles en torno al 10% a porcentajes que fluctúan entre el 30 y el 50%.

De acuerdo al Demographic Yearbook de 1990 de las Naciones Unidos, la tasa de divorcio desde 1971 a 1985 aumentó:
Bélgica: de un 10 a un 32%
Francia: de un 12 a un 40%
Holanda: de un 9 a un 30%
Gran Bretaña: de un 17 a un 44%
Los más altos porcentajes de divorcio están en Dinamarca y Estados Unidos, donde bordean el 50%.

Estado civil población mayor de 20 años
Soltero 25%
Casados 58,5%
Convivientes 6,2%
Viudo 6%
Separado 3,9%
Anulado 0,4%

Reino Unido:

Año N° de divorcios
1960 25.279
1965 39.875
1969 54.798
1970 62.321
1975 128.417
1980 156.180
1985 174.666
1990 165.658

En 1969 se dictó ley de divorcio “remedio” en Inglaterra y Gales.

Estados Unidos
Año N° de divorcios
1960 393.000
1965 479.000
1969 639.000
1970 708.000
1975 1.036.000
1980 1.189.000
1985 1.190.000
1990 1.175.000

En 1969 se dictó ley de divorcio “remedio” en Estados Unidos.

Las cifras señaladas de Estados Unidos y el Reino Unido son similares a lo ocurrido en otros países, donde la cifra de divorcios se dispara a casi el doble después de la ley de divorcio, para luego seguir una curva ascendente que se estabiliza entre el 40 y el 50% de divorcios por matrimonios.


El divorcio como “remedio” excepcional
La mayoría de las legislaciones occidentales ha legislado de modo que el divorcio sea siempre una situación de excepción, de manera de no desestabilizar el matrimonio, sino de dar una solución a los casos en que éste se ha roto irremediablemente. Se lo ha presentado como un camino de salida, un remedio, para los casos excepcionales en los que es imposible mantener la unión conyugal. Sin embargo, en todos estos países, el divorcio ha terminado escapando de los controles judiciales y ha pasado a ser determinado por el acuerdo de las partes o de aquella que lo solicita, aún contra la oposición del otro. Como sucede en Italia, Españo o Argentina, donde el cónyuge que busca el divorcio abandona el hogar para luego usar esa constatación para solicitar el divorcio en contra del cónyuge abandonado. Es decir, a pesar de las buenas intenciones de los legisladores de limitar el divorcio a determinados casos, la evidencia mundial demuestra que el divorcio legal “restringido” es una utopía.


Algunas razones del aumento de divorcios
·Mientras todo vaya bien: El fuerte y acelerado crecimiento de las rupturas conyugales una vez legalizado el divorcio es lógico: no es igual enfrentar un compromiso definitivo –hasta que la muerte nos separe- a uno transitorio: mientras las cosas vayan bien.
·Se puede romper al compromiso: Nadie se casa pensando en divorciarse, pero al enfrentar las crisis que hay en todo matrimonio, es distinto hacerlo sabiendo que “tenemos que arreglárnosla” a saber que se pueden olvidar de la promesa matrimonial porque la ley permite romper esos compromisos. En la práctica, aún cuando se haya contraído un matrimonio indisoluble, la sola existencia de una ley de divorcio convierte al matrimonio en letra muerta.
·Crisis pasajeras se convierten en permanentes: Con ley de divorcio, muchas parejas que atraviesan una crisis recurren a él en momentos de alteración emocional o motivados por intereses egoístas y no porque el matrimonio haya fracasado irremediablemente: “Las personas optan por divorciarse por razones complejas, algunas de las cuales muchas veces tienen poca, o ninguna relación con incompatibilidad matrimonial” (Dras. Wallerstein y Kelly, “Surviving the breakup”). Por todo esto es que mientras sin ley de divorcio muchos matrimonios con graves dificultades lograban con el tiempo superarlas y reconciliarse, hoy muchas crisis matrimoniales terminan en divorcio.
·La posibilidad de empezar de nuevo (con otro): Cuando no hay divorcio, se ponen todos los medios para superar las dificultades; cuando hay divorcio y la posibilidad de iniciar una nueva relación, está la tentación de buscar cariño y comprensión en otra parte en lugar de resolver los problemas con el propio cónyuge.
·Menor entrega mutua, menor probabilidad de éxito: El divorcio genera un sentimiento de inestabilidad e incertidumbre entre los cónyuges, que dificulta la entrega confiada del uno al otro y facilita, en cambio, los resguardos emocionales y económicos entre ellos. “Por miedo a que la dejen abandonada con los hijos y con muy pocas posibilidades de sustento, la mujer será menos libre de postergar su vida laboral para dedicar gran parte de su tiempo al hogar y a la educación de los hijos, si así lo desea. Por otra parte, como consecuencia de la incertidumbre que crea una ley de divorcio, los matrimonios tienen menos hijos y, como muestran diversos estudios, la ausencia de hijos está asociada con mayores tasas de divorcio”. Carlos A. Díaz, Consecuencias económicas y sociales de la aceptación de una ley de divorcio vincular. No es de extrañar pues los ya comunes contratos prenupciales en que se establece el destino de bienes y los montos a pagar en caso de ruptura matrimonial.


El divorcio engendra divorcio:
El divorcio crea un círculo que se retroalimenta constantemente. Este círculo vicioso es el siguiente: El divorcio elimina el carácter permanente del matrimonio... así, el matrimonio se asemeja a la convivencia... entonces, el divorcio aumenta y pasa a ser cada vez más común y “normal”... por esto, más parejas en dificultades acuden a él... así, el divorcio se legitima... luego, la mitad de los hijos de divorciados repiten la conducta de sus padres... entonces, aumenta la tasa de divorcios....
Las investigaciones de Greenberg and Nay (1982) y de McLanahan and Bumpass (1988) demuestran que los hijos de divorciados ven en el divorcio una respuesta normal a sus problemas matrimoniales. En Chile, los registros indican que, en promedio, los hijos de divorciados se casan a edades más tempranas y tienen aproximadamente el doble de posibilidades de fracasar en su matrimonio en relación a las familias intactas.


Divorcio y cohabitación:
Así como el divorcio debilita el matrimonio -cuyos efectos benéficos para las personas, los hijos, la sociedad y la economía se trataron en el número anterior-, el divorcio aumenta la cohabitación, cuyas consecuencias negativas sobre las personas, hijos y sociedad también se trataron en dicho número.
En países con altas tasas de divorcio, un creciente número de parejas jóvenes cohabita en vez de casarse. En Inglaterra, por ejemplo, una de cada tres parejas de entre 25 y 35 años convive. A ello se suma que la estabilidad de una pareja que cohabita es mucho menor que una casada, con altas tasas de separación. Con el agravante de que un alto porcentaje de las parejas que conviven tienen hijos.
La probabilidad de que hijos de divorciados
- Abandonen el hogar a temprana edad: 5 veces mayor que en hijos de padres casados.
-Convivan: 2 veces mayor a hijos de matrimonios estables.
-Tengan hijos fuera del matrimonio: 2 veces mayor (en los hombres) y 3.3 veces mayor (en las mujeres).
Estudio de demógrafos de la U. John Hopkins, U. de Chicago y London School of Economics.


¿Qué pasa en Chile?
Sin divorcio, el 86% de los matrimonios se consideran satisfechos (Gráfico 2). Según el último Censo, los separados y anulados son el 4,3% de la población y constituye el 6,17% del total de matrimonios. Con divorcio, Chile seguiría las tendencias mundiales. Aún cuando se trate de un divorcio “restringido” que estipule señaladas causas y plazos.
Los legisladores que promueven una ley de divorcio vincular, señalan que éste tendrá carácter de “excepción”, pues no buscan convertir al matrimonio en un mero contrato que pueda ser desahuciado por voluntad de las partes. Para limitar el divorcio a casos “excepcionales” señalan determinadas causas y tiempos de espera. Sin embargo, a pesar de la buena intención de los legisladores, es predecible lo que sucederá: en países con legislaciones similares a la propuesta en Chile, se observa que las buenas intenciones de los legisladores no se cumplen en la práctica.
1.- Quienes sufren una ruptura matrimonial presionan para que la jurisprudencia interprete el texto legal conforme a su situación o, al revés, adaptan artificiosamente los hechos para el caso previsto en la ley (fraude procesal).

Francia: Las causas de divorcio fueron rigurosamente tipificadas. Así, por ejemplo, las injurias debían ser no sólo graves, sino que además debían dificultar de forma muy notable la convivencia conyugal. En la práctica, y contra el espíritu de la ley, los tribunales franceses han transformado la injuria en una causa indeterminada que permite disolver cualquier matrimonio según discreción del juez.
2.- A pesar de la intención original de los legisladores, los jueces no investigan la “muerte” del matrimonio, sino que se atienen a los relatos de las partes.

Estados Unidos: El divorcio sólo sería otorgado después de asegurarse que el matrimonio no tenía salvación, de modo que los jueces debían sopesar toda evidencia concerniente a la muerte del matrimonio. La realidad es que la investigación sobre la realidad del quiebre se convirtió en un mero ritual, con jueces muy ocupados y con abultadas listas de causas por resolver. Glendon, M.A. Abortion and Divorce in western law.
3.- Al establecerse tiempos de espera, para que la decisión sea “madura y responsable”, se desconocen las múltiples lecciones internacionales que muestran que en la práctica éstos terminan reduciéndose sea por la vía del fraude procesal (cuando es por mutuo acuerdo), por uso fraudulento de causas de culpabilidad o sencillamente por falta de control.

1857, primera Ley de Divorcio, Inglaterra:
“Llevo dos días sentado en la Corte de Divorcio y, como Frankestein, estoy asustado del monstruo que he llamado a la existencia... Parecen existir razones para temer que las profecías de aquellos que se oponían al cambio podrían cumplirse por una lamentable multiplicación de los divorcios y por la corrupción de la moral pública”.
Lord Campbell, responsable de la primera ley de divorcio para Inglaterra en 1857.

Las estadísticas de los divorcios en Chile

En sus casi 4 años de existencia en Chile la Ley de Divorcio del matrimonio civil, arroja estadísticas sorpresivas y sorprendentes.

Las disoluciones matrimoniales aumentaron, con la ley, en más de un 1.720 %, habida cuenta que la forma anterior utilizada era la de “nulidad matrimonial”, una figura a la que era muy fácil de acceder por cuanto bastaban dos testigos que se prestaran para declarar que el matrimonio se había efectuado en un distrito que no correspondía a ninguno de los dos contrayentes, para que el matrimonio se declarara nulo.

Con la actual ley de divorcio, desde el 2005 han ingresado más de 126 mil peticiones de disolución del vínculo, un 15,4 % de ellas, por común acuerdo entre los esposos y un 84,5 % de manera unilateral. De todas las causas ingresadas se han resuelto y registrado un 39 %.

Los chilenos se divorcian más entre los 7 y los 16 años de casados. La edad promedio de las mujeres divorciadas es de 34 años, mientras que en los hombres sube a 39,7 años.

La demora de un juicio de divorcio en Chile es de entre 3 y 6 meses, siempre y cuando marido y mujer estén de acuerdo en divorciarse y en los términos del contrato de divorcio

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