Puntos a considerar para un buen matrimonio


[Revista Hacer Familia Nro.133 Por María Ester Roblero C.

“La gente hoy sabe mucho de psicología, pero de una psicología freudiana pasada de moda”, afirma el destacado psicólogo español Iñaki Guerrero Ostoalza. “Por cuidar la autoestima de un niño, le engañan diciéndole ‘campeón’ cuando tarde o temprano sabrá que no lo es. Y los casados, basan su relación en la atracción sexual cuando ésta sólo es un aspecto del amor”.


Comenzamos hablando de los conflictos matrimoniales, que él conoce como psicólogo y psicoterapeuta, y terminamos hablando de la conquista de la felicidad. Y es que este profesional español está convencido que cada vez nos preparamos peor para afrontar la “vida real”, que incluye dolor y sufrimiento. “Por más que te creas Súperman, llegará el momento en que entiendas que no lo eres”, dice. “Ahí está la raíz de la infelicidad: cuando las cosas salen mal, en el trabajo, la familia o el matrimonio, la gente tiende a sorprenderse y comienza a buscar culpables. Y mientras más culpa a los demás, más se encierra en sí mismo, inhabilitándose para cualquier relación o entrega. Así, nadie es feliz”, afirma.


NO CULPES A LAS ADVERSIDADES

En la Encuesta Nacional Bicentenario, realizada en Chile, un 77% estuvo de acuerdo en definir el matrimonio como “un compromiso para toda la vida”. Sin embargo, como en otros lugares del mundo, cada vez se casa menos gente. ¿Qué está ocurriendo?
- Existe una mentalidad extendida y universal que asocia felicidad con disfrute, un sistema educativo que reemplazó conceptos como esfuerzo personal por competencia, espíritu de sacrificio y donación, por éxito. Así las cosas, lógicamente se busca la felicidad en lo que da un placer inmediato y se tiende a no querer comprometerse en una relación matrimonial que, se sabe, exige mucho. Pero es un gravísisimo error. Hoy está psicológicamente muy estudiado: si buscamos la felicidad en el placer y en el rechazo a las adversidades, nunca la encontramos. La felicidad está en saber afrontar bien el dolor.


Recién he visto una película española, “Mi vida en 65”, donde un joven busca la felicidad y cuando la encuentra, al enamorarse y ser correspondido, dice “soy tan feliz que ya no quiero vivir”…
- Ahí se plantea la felicidad como un momento. Eso es absurdo: la felicidad es una conquista que se da cada día y que aumenta en la medida que yo me supero. La felicidad no es un hecho externo, no es ser millonario, ni tener éxito, sino un hecho psicológico que nace de estar bien conmigo mismo.


En el estudio mencionado también se veía que el grupo social con peor calidad de vida, tras la mujer trabajadora de clase baja y media, era el del joven de clase alta. ¿Tiene relación con esto?
- El Dr. Seligman estudió durante 20 años las causas de la felicidad y concluyó que el llamado “bienestar” no sólo no da la felicidad, sino que a veces la espanta: cuando el bienestar hace depender de cosas, eso automáticamente predispone a la depresión. O sea, sólo hace feliz aquello que uno conquista en el plano personal y no material. Él habla sobre todo de conquista de capacidades: fortalezas y virtudes. Si yo las desarrollo, me da plenitud. Si busco la felicidad en los placeres y la posesión de cosas, me quedo vacío.


Y esta “verdadera” conquista de capacidades, ¿cuándo se inicia?
- Con la educación de la persona. Hoy la tendencia en educación es muy permisiva. Y eso se debe a una mala interpretación de la psicología. Por ejemplo, la autoestima es algo muy importante. Sin autoestima es muy difícil ser feliz. Pero no quiere decir que yo no tenga que sufrir ninguna frustración para no perder autoestima. Por el contrario, la autoestima nace de la lucha y del esfuerzo, no de haber tenido siempre éxito.


Teniendo en cuenta las tasas de rupturas matrimoniales que hay en occidente, ¿podría decirse que la conquista del amor también es un reto educativo?
- Si, estoy convencido. Porque hoy también se entiende el amor en clave hedonista. Todos intuyen que el amor es mucho más, sin embargo, se centra casi exclusivamente en el placer sexual. El amor es algo que se conquista, que exige sacrificio y entrega. Lo repetimos de memoria, pero, ¿estamos preparados y dispuestos a ello?


NO CULPES A TU CÓNYUGE

“Las cosas comienzan a andar mal en el matrimonio por un problema de actitud de alguno o ambos cónyugues: frente a un conflicto, como defensa inconsciente, se culpa y agrede al otro. Esto lleva a la incomunicación y de ahí a la ruptura”, describe.


¿Cómo ser feliz en el matrimonio?
- Como terapeuta, veo muchas parejas en conflicto. Y la causa más habitual y profunda es la incomunicación ¿Qué implica eso? Que lo que hace mal a un matrimonio es la actitud. Cuando uno dice algo, el otro se siente herido, y le devuelve la agresión verbal. Pero, ¿por qué el primero se ha sentido herido y molesto? Porque se siente culpable, a nivel inconsciente. Su inconsciente le dice: “¡No estás a la altura! No eres lo suficientemente bueno para hacerte querer por la otra persona”. Y se siente fatal consigo mismo, siente dolor y como defensa, trata de culpabilizar al otro.


Es decir, se defiende atacando.
- Exactamente. Y, ¿cómo se soluciona? Cuando la otra persona te diga un disparate, no te sientas mal, tú no pienses que lo dice porque eres un desastre. Te lo dice porque está pasando por un mal momento y está sufriendo. Y como tú le quieres, trata de ver qué le pasa y ayúdalo a superar el problema. Propongo una mirada donde tú miras a la otra persona, pensando siempre que tras su actitud hay un dolor.


¿No será que en el matrimonio el sufrimiento del otro da más susto que el propio sufrimiento?
- Sí, porque siempre en los conflictos de pareja ocurre que cuando el otro sufre, yo me siento culpable. Tengo que desactivar eso: yo sé que soy limitado y cometo muchos errores, pero no todo el sufrimiento del otro es responsabilidad mía. No siempre estoy en la causa, pero siempre puedo estar en la solución: con mirada de misericordia.


¿Por qué hoy, en un mundo hiper conectado, hay problemas de comunicación?
- Se llega a la incomunicación cuando no ha habido un conocimiento profundo del otro. Si sólo existe un conocimiento superficial y no se ha llegado a lo hondo de las emociones, habrá un minuto en que extrañen las formas de reaccionar del otro. Y se crean situaciones incómodas, de profundos malos entendidos, tensiones, conflictos, dolor. Si ese dolor aumenta y supera al nivel de satisfacción, se hace insoportable la convivencia y se rompe el matrimonio. Todo ha partido de una mala comunicación y de una interpretación de los hechos en clave personalizadora.


Por ejemplo, ¿en que situaciones pueden emerger esas reacciones “desconocidas del otro”, que no habíamos detectado por falta de comunicación?
- Siempre que se rompe la “construcción ideal” de la vida que tenemos en mente. Por ejemplo, cuando hay un conflicto con los hijos, de droga, se tiende a buscar culpables. Qué he hecho mal, por qué se comporta así mi hijo. Y si no soy una persona madura, culpo al otro. Es un reto para la pareja no culpabilizarse.


Y cuando se supera el problema, ¿borrón y cuenta nueva?
- No, porque las reacciones, la tendencia a culpar, modifican la relación. Si el otro me ha hecho sufrir, quedo con mal espíritu. Exige un acto de voluntad superar eso y mucho esfuerzo.


Cuando usted ve tanta gente con heridas de su infancia, ¿no teme por el futuro?
- A nivel terapéutico, todo es sanable. Sin terapia, hay gente que consigue reaccionar. Pero, en general, cuando no se pide ayuda se arrastra toda la vida un sufrimiento y dolor tremendos, tenga la buena voluntad que tenga para superarse. Hay que intervenir psicólogicamente para interrumpir los bloqueos.

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