Autor: Enrique Pérez G., MSc Matrimonio y Familia
La mayor responsabilidad que una persona asume en la vida, es ser padre o madre. Por lo tanto, es preciso aprovechar las situaciones que se presentan a lo largo de la vida de los hijos: éxitos y fracasos, alegrías y tristezas, aciertos y equivocaciones, etc., para prepararlos gradualmente para que administren su vida de forma autónoma y responsable. Una herramienta eficaz que poseen los padres para educar a los hijos es “la autoridad”, y, según cómo la ejerzan, redundará en beneficio o perjuicio de la formación de sus hijos.
Padres permisivos
Son quienes se acogen a ciertas corrientes psicológicas según las cuales reprimir a los niños puede causarles traumas posteriores. Consideran que amar es “dejar hacer” y no usan la autoridad para establecer normas y criterios a seguir por los miembros de la familia.
• Actitudes:
- Son padres afectivos.
- Orientan muy poco.
- Exigen aún menos.
- Son complacientes para evitar contrariar al niño.
- Sus normas y criterios carecen de firmeza; existe inconsistencia en la disciplina.
- Conceden libertad con escaso control.
- Sancionan poco.
• Ambiente familiar:
Los padres entienden las emociones de sus hijos y minimizan “temporalmente” los conflictos, cuando son pequeños. Los hijos aprenden que llorando, mostrando conductas inapropiadas, discutiendo con razonamientos de apariencia lógica, peleando y desafiando, obtienen sus deseos o caprichos. En consecuencia, la autoridad de los padres se debilita hasta anularse.
El ambiente familiar se vuelve, de forma progresiva, caótico e incontrolable por la falta de autoridad y claridad sobre lo que está bien y lo que está mal.
Resultado en la educación:
Los hijos son inseguros. Los padres complacieron mucho y no los orientaron ni guiaron. La falta de exigencia les impide esforzarse para conseguir sus metas e ideales por sí mismos.
Los hijos criados sin normas y límites carecen de claridad en los criterios y principios, por lo cual, pueden convertirse en personas egoístas y con una moral tibia.
“La libertad ilimitada no es segura ni saludable”, expresa el Dr. Erik Erikson, psicoanalista alemán. Los límites de todas maneras existen y si los padres no los ponen a tiempo, la vida se encarga de ponerlos de una manera más dolorosa y traumática.
Padres autoritarios
Los padres autoritarios creen que con consejos verbales, imposiciones, prohibiciones y normas estrictas se puede conseguir una buena educación para los hijos. Lo más seguro es que ellos mismos hayan sido educados de esta manera.
• Actitudes:
- Son padres menos afectuosos y hasta indiferentes.
- Valoran el control y la obediencia incuestionable.
- Exigen en exceso y con inflexibilidad.
- Conceden poca libertad a los hijos porque no tienen suficiente confianza en sus capacidades.
- No facilitan el diálogo ni orientan.
- Se centran más en los errores.
- Acuden a los castigos, gestos de desaprobación y gritos.
• Ambiente familiar:
El ambiente de hogar, aparentemente, es de respeto y obediencia, sobretodo cuando son pequeños. Pero, esto irá transformándose en opresión y tensión. Los hijos sentirán miedo, inseguridad, desconfianza, rechazo; y una carencia de amor, alegría y optimismo.
• Resultado en la educación:
La autoridad sin comprensión se convierte en tiranía. La agresión física y/o verbal disminuye la autoestima de los hijos. Por esto, suelen convertirse en personas inseguras, rebeldes, hostiles, desconfiadas y retraídas.
No existe una comunicación abierta y sincera entre padres e hijos, que es tan necesaria para lograr el equilibrio emocional en el desarrollo de los niños.
Nadie puede dar lo que no ha recibido: quien no ha recibido amor es incapaz de brindar amor; quien no ha sido comprendido no puede comprender.
Padres sobreprotectores
Estos padres se consideran imprescindibles para dirigir la vida de sus hijos por miedo a que fracasen o sufran. Les orientan pero no les exigen.
• Actitudes:
- Brindan mucho afecto y cariño.
- Prestan excesivo interés a los deseos de sus hijos pues pretenden darles todo lo que ellos no tuvieron y quieren evitarles cualquier dolor que ellos hayan sufrido.
- Cuando es el caso, llevan y recogen a los hijos para ahorrarles molestias o esfuerzos, aún cuando éstos son mayores y pueden movilizarse solos.
- Solucionan los olvidos o problemas de los hijos para obviarles dificultades en el colegio o en su entorno.
- Tienden a culparse por los errores de sus hijos.
• Ambiente familiar:
Dentro del ámbito familiar, los hijos se saben amados y protegidos pero, también, dependientes del padre y/o la madre. Sienten desconfianza del mundo exterior. Cuando crecen tienen conflictos con los padres, al ver limitada su libertad.
• Resultado en la educación:
Debido a la excesiva protección paterna y/o materna, los hijos tienen baja autoestima, una fuerte dependencia y necesidad de aprobación. No adquieren suficiente autonomía ni responsabilidad. Son temerosos ante un mundo que consideran inseguro. Les cuesta mucho esforzarse, no les gusta equivocarse, y, por ende, les resulta difícil responsabilizarse de sus acciones.
Es muy importante estar conscientes de que cualquier ayuda innecesaria que brinden los padres a los hijos se convierte más tarde en una limitación o debilidad.
Padres ausentes
Son padres inconscientes de sus obligaciones y que no se involucran en la educación de los hijos. Creen que la escuela o el colegio tienen el deber de “educarlos”. Incumplen su función de padres, sea por comodidad, inseguridad, falta de tiempo; porque ambos trabajan o por no estar preparados.
• Actitudes
- Demuestran poco afecto y se comunican inadecuadamente.
- Ponen normas y límites escasos.
- No les gusta supervisar.
- Rehuyen las responsabilidades paternas.
El ambiente familiar y los resultados son similares a los de padres permisivos y sobreprotectores.
Si los padres se encuentran ausentes o no se preparan para ejercer este deber indelegable, “otros” educarán a sus hijos por ellos: la televisión, el internet, el ambiente, los compañeros y amigos (buenos y malos)... todos con doctrinas, creencias y valores diferentes y quién sabe de qué manera…
Padres eficaces
Los padres con un estilo eficaz son quienes saben que amar a sus hijos significa prepararlos, progresivamente, para que puedan desenvolverse en todas las circunstancias de sus vidas, por sí solos. Para ello, padre y madre se proponen objetivos comunes. Buscan el tiempo necesario para conocer a sus hijos, aceptarles, quererles y ayudarles a superar sus limitaciones.
Les enseñan que de cada error o equivocación se puede aprender: a evitarlo en la siguiente ocasión, a reflexionar sobre una solución, a buscar ayuda para rectificar con responsabilidad, etc.
• Actitudes:
- Los padres son alegres y optimistas.
- Brindan mucho amor y apoyo a sus hijos.
- Estimulan sus capacidades y ayudan a superar sus limitaciones.
- Ponen normas y límites claros y adecuados para su temperamento y edad.
- Están siempre disponibles para los hijos, los orientan pero respetan sus intereses y opiniones. (Los escuchan y les hacen sentir que lo que piensan o sienten es importante, pero también les hacen notar las conveniencias o desventajas de ellos.)
- No ceden en valores ni principios. (Hay situaciones de forma por las que no es conveniente discutir: llevar el pelo de una u otra manera. Pero el respeto a los padres y personas adultas no se puede dejar de exigir.)
- Confían en las capacidades de cada uno de ellos.
- Fomentan progresivamente la responsabilidad y toma de decisiones.
- Se esfuerzan porque sus enseñanzas sean coherentes con el ejemplo que dan.
- Sancionan con sensatez y prudencia, en proporción a la falta y se preocupan de que los hijos entiendan la razón del castigo para que éste sea formativo. (No es conveniente reprender con ira, es mejor esperar a que se calmen los ánimos para reflexionar sobre la situación.)
• Ambiente familiar:
Se establece un ambiente de amor, alegría, confianza, apoyo, buena comunicación y exigencia. Los hijos saben qué esperan sus padres de ellos y conciben criterios y normas claras para distinguir lo que está bien de lo que está mal. Los problemas y conflictos - que nunca faltan- se manejan con serenidad y de forma positiva.
• Resultados en la educación:
Los hijos son alegres, entusiastas y seguros, además poseen una buena autoestima.
Saben pedir ayuda cuando la necesitan; aceptan ser corregidos y aconsejados.
Conocen sus capacidades y limitaciones. Gradualmente, desarrollan responsabilidad e independencia. Saben tomar decisiones, esforzarse y exigirse.
La educación de los hijos no es una tarea fácil y, en este camino, aprenden padres e hijos. Para obtener mejores resultados, es necesario educar desde la primera infancia.
“Los padres que tienen criterios claros sobre la persona, la familia, los principios universales (el amor, la vida, la justicia…) —según
Referencias bibliográficas:
- Papalia, D., Wendkos, S. y Duskin R. (2006). Psicología del Desarrollo. México,
México: McGraw-Hill Interamericana Editores S.A. de C.V.
- Londoño, B. (s.f.). Auméntele quilates a su estilo como padre. Ser Familia No. 9.
8-11. Medellín, Colombia.
Cómo hacer de su hijo un delincuente
Es evidente que actuar al contrario de este decálogo, de forma general, es una buena manera de educar.
Hace años, la policía de una ciudad norteamericana, superada por la conflictividad de sus jóvenes, y habiendo estudiado la causas que coincidían en los distintos casos, elaboró este decálogo para convertir a su hijo en un delincuente por el camino más corto.
1. Dé a su hijo todo lo que le pida. Así crecerá convencido de que el mundo le pertenece.
2. Si habla con palabras groseras, ríale la gracia para animarle a ser más grosero.
3. No le dé ninguna educación espiritual. Ya la elegirá él cuando sea mayor de edad.
4. No le reprenda nunca. Podría crearle complejos de culpa.
5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, juguetes, ropa…Ahórrele todo esfuerzo. Así creerá que todo el mundo tiene que estar a su servicio.
6. Que lea todo lo que caiga en sus manos. Cuide la limpieza de sus platos, vasos y cubiertos, pero deje que su corazón y su cabeza se llenen de basura. (aquí yo añado
7. Riña y discuta con su mujer o con su marido en presencia de su hijo. Así no se sorprenderá ni le dolerá demasiado el día en que la familia se rompa.
8. Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que es necesario trabajar para ganarlo.
9. Satisfaga todos sus deseos, placeres y caprichos. La sobriedad le llevaría a una frustración perjudicial.
10. Póngase de su parte en cualquier conflicto con los amigos, vecinos o profesores. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo, que le han tomado manía y que le quieren mal.
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